
En este trabajo se estudian las pruebas de la inmortalidad del alma humana que ofreció Aristóteles, las cuales aceptó Tomás de Aquino y, asimismo, las que este añadió. Tras esto se agrega que L. Polo aceptó las pruebas precedentes, pero como en su antropología trascendental añadió -secundando la distinción real tomista actus essendi-essentia- que el ‘acto se ser’ personal es realmente distinto y superior a la ‘esencia del hombre’, la cual equivale a su alma (que es distinta, a su vez, por superior, a la ‘naturaleza corpórea’ humana), la inmortalidad hay que predicarla del alma, pero a la persona la debe distinguir algo superior, a saber, la evieternidad o coexistencia libre, cognoscente y amante con Dios.
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